Un relato corto sobre la importancia de la igualdad de trato y la no discriminación.

 Deberíamos vivir en un mundo donde se celebrarán las diferencias, un mundo como el que vive Ángela. Ángela tiene un cabello rizado de color negro azabache  con unos bonitos ojos de color avellana. Angela tiene ya ocho años y ya es una niña mayor, pero  no entiende por qué la gente a veces trata mal a otras personas solo por ser diferentes. Cuando en realidad todos somos diferentes los unos de los otros. El corazón de Ángela sabe que cada persona es única y maravillosa. 
Un día, en la escuela, Angela vio cómo algunos niños de su clase molestaban a Louay, un niño nuevo con el cabello negro, ojos grandes, simpático y ocurrente Louay tenía que usar un bastón para poder caminar y jugar, algunos niños le molestaban, le hacían burla, le quitaban sus cosas, imitaban su manera de andar. Angela se acercó y como hacia con todos los niños y niñas de su clase, le invito a jugar con sus amigos, con una sonrisa, le preguntó a Louay ¿Quieres venir a jugar con nosotros?  En este patio podemos jugar todas y todos, ¡tú también!

La maestra, estaba de guardia vigilando el patio y pudo ver toda la escena, no dijo nada pero, cuando acabó el recreo decidió dedicar la mañana a hablar sobre como debemos respetar a los demás. Explicó cómo debemos comportarnos con todos y todas, debemos hacerlo con respeto y educación. La maestra explico a la clase  el resto de la mañana como debemos respetar la diferencia, promover la igualdad y como hay ideas que rompen la convivencia entre todos y todas las niñas y los niños: el capacitismo, la aporofobia, el racismo y el machismo. Estas ideas nos impiden jugar  todos y todas juntas, disfrutando de la diversidad. Solo tenemos un patio para jugar, si no le compartimos, nadie podrá jugar y nadie podrá ser feliz.
Los niños, escucharon atentamente a la maestra y poco a poco, comenzaron a hablar de lo que ellos y ellas habían visto en su casa, en la calle, en su barrio. Hablaron de sus abuelos y abuelas, de personas de otras culturas, que eran sus vecinos y vecinas, hablaron de Louay y de otros compañeros y compañeras con distintas capacidades y de cómo cada uno de ellos o ellas, les había enseñado algo nuevo, interesante y fabuloso. 
Al día siguiente, Angela  con Louay compañeros y compañeras  crearon un mural utilizando pintura de dedos, cada una de un color diferente. Todos las manos cada una pintada de un color, dibujaron un arcoíris, ese arcoíris según les explico su maestra sería un compromiso para tratar a todos y todas con respeto e igualdad.
Y así, toda la clase de Angela aprendieron que más allá de las  diferencias, todos merecemos amor y aprobación. Porque lo que nos hace diferentes, nos hace maravillosos. 


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